jueves, 24 de junio de 2010

El Marciano Pocol


Pocol era un marciano bueno. Era de color verde, pequeñito y tenía unas antenas como trompetitas también verdes. Vivía en Marte en una casita excavada en la roca y con un garaje al lado para su platillo volante. Llevaba muchos años solo, quizás más de 1.000, había perdido la cuenta. Los días los pasaba barriendo el suelo de su casa que se le llenaba de polvo rojo y por la noche se sentaba en una gran roca a ver como las estrellas fugaces recorrían el cielo.

Una noche, sentado en su roca, se preguntó a dónde irían esas estrellas. Quizás iban a una fiesta de cumpleaños. Esa noche decidió montarse en su platillo volante y seguir a una, a lo mejor le invitaban y conocería a amigos, probaría la tarta, soplaría las velas y cantaría cumpleaños feliz.

Siguió con su platillo a una estrella muy luminosa y cuando estaba en su cola le preguntó:

- Hola estrella, me llamo Pocol, ¿a dónde vas?
- Hola Pocol, no lo sé exactamente, me he puesto en movimiento y ahora no puedo parar.
- ¿Y entonces no vas a una fiesta de cumpleaños? ¿no voy a conocer amigos? –dijo Pocol.
- ¿Quieres conocer amigos?, por mi órbita paso cerca de un planeta pequeñito y azul llamado “La Tierra” donde habitan unos seres chiquitines que se llaman niños y niñas a los que les gusta jugar mucho y tener amigos. Además los marcianos como tú sólo son visibles para los niños y niñas por lo que no tendrás que dar explicaciones a otros seres más grandes y sin imaginación que se llaman adultos.

Y así, cuando la estrella pasó cerca de la Tierra se lo dijo a Pocol para que se desviase con su platillo volante. Pocol se acercó a la Tierra y a lo lejos divisó a muchos seres pequeñitos, pensó que debían ser los niños y niñas, estaban jugando alrededor de un cuadrado repleto de árboles (después se enteró que de aquel sitio se llamaba “parque”). Aparcó su platillo debajo de un pino y se acercó a un grupo de niños que estaban montados en una especie de silla que se balanceaba hacia adelante y hacia atrás y uno de ellos le impulsaba por la espalda.

- Hola niños de la Tierra, soy Pocol de Marte y quiero ser vuestro amigo.
- ¿Pocol? –dijo uno de los niños-, eres muy raro y verde.
- Eres como un insecto –dijo otro- Mi papá tiene un insecticida para bichos como tú que entran por la ventana.
- Vete Pocol no queremos que seas nuestro amigo –dijeron todos.

Pocol no podía llorar porque los marcianos no lloran, pero sí que estaba muy triste. Comenzó a pasear y se puso a mirar al cielo sin darse cuenta de que había entrado por la puerta de un Colegio de Montequinto llamado Luis Cernuda.

- Hola Pocol, -oyó de repente a su espalda.
Se volvió y vió a un niño que le hablaba.
- Hola, ¿cómo te llamas? –preguntó Pocol.
- Me llamo Pablo, ¿quieres ser mi amigo?
- Claro Pablo. Y el corazón o lo que fuera que moviese el cuerpo de Pocol se llenó de una felicidad como no había sentido en por lo menos 1.000 años.
- Ven, te voy a presentar a los niños y niñas de mi clase.

Laura, Eva, Ana, Claudia y Belén estaban jugando en el patio a las adivinanzas. Susana, Nuria, Javier, Ale y Adrián jugaban al pilla-pilla. Natalia, Paula, Marcos, Isócrates y Mario jugaban al fútbol.
Cuando apareció Pablo con Pocol se pusieron todos juntos a jugar en el patio lanzándose la pelota roja de Isócrates que se parecía al planeta donde vivía Pocol. También jugaron al escondite, aunque Pocol como era verde se tumbaba en la hierba y era muy difícil de encontrar.

Cuando llegó la hora de la salida del cole, Susana invitó a Pocol y a todos los niños y niñas de su clase a comer en su casa. Umm, qué rico ¡¡MACARRONES PARA TODOS!!. Los niños y niñas enseñaron a Pocol a usar en tenedor ya que él comía con las manos. Terminó con toda la boca llena de tomate, ¡¡¡FUE DIVERTIDÍSIMO!!!.
Javier le enseñó su colección de cuentos, había de todos los tipos pero uno de animales fue el favorito de Pocol, porque los niños y niñas le enseñaba el nombre de cada uno y el ruido que hacían, Pocol estaba con la boca abierta de admiración.

Pasaron horas jugando pero llegó la noche y los niños y niñas se tenían que ir a dormir. Pocol tenía que regresar a su casa, pues el suelo estaría todo lleno de polvo rojo. Javier le regaló el cuento de animales para que Pocol pudiese leer un cuento por la noche antes de dormir.
Todos se despidieron al estilo marciano, con un tironcito de antenas u orejas, dependiendo del caso.

- Hasta pronto chicos y chicas, he encontrado aquí muy buenos amigos y soy el marciano más feliz del mundo. Volveré algún día para jugar vosotros.
- Adios Pocol, nosotros también te esperaremos para jugar. Te avisaremos cuando haya macarrones para almorzar.

Pocol se montó en su platillo y se fue. Si hubiera podido llorar, lo hubiese hecho de alegría.


COLORÍN, COLORADO…
(Adaptación Midiam)